lunes, 15 de enero de 2024

El Salto. El año en que las izquierdas volvieron a la guerra total (y 2024 promete más)

 Daniel Galvalizi   1 ENE 2024

El progresismo español dio cátedra de luchas intestinas y desmesuras personales, con el duelo Podemos-Sumar como protagonista del culebrón, aunque el PSOE también sufrió fuego amigo.

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La última vez que la izquierda transformadora había vivido días tan álgidos fue seguramente en 2019, cuando Iñigo Errejón, arropado por poderosas terminales mediáticas, decidió romper Podemos e irse en la antesala del cierre de listas para las autonómicas de Madrid. Con menos hedor a traición pero más letanía en el tiempo, la disputa entre los de Yolanda Díaz y la cúpula “pablista” por el dominio del espacio a la izquierda del PSOE se prolongó todo el año y tuvo su clímax antes de las generales.

Impensable 2023 si se recuerda aquella mañana del 24 de marzo de 2021, cuando la ministra se secaba las lágrimas en el hemiciclo ante un Iglesias que se despedía del Congreso para encabezar la papeleta para gobernar Madrid. Y que luego hacía un sentido discurso sobre su legado. Menos de un año después, esa sociedad política estaría hecha trizas.

Los temblores han llegado hasta los últimos días del año, en una batalla que no tiene descanso: las bases de Podemos Galicia decidieron por amplio margen que no querían una coalición con sumar en esa nacionalidad histórica que tendrá elecciones en febrero. La unidad fue torpedeada desde Madrid también: el propio Iglesias pidió votar en contra de ella y llamó al voto útil al Bloque Nacionalista Galego (BNG).

Un año de cortocircuitos

La secuencia de conflictos estuvo marcada por las citas electorales de mayo y el adelanto para julio, lo que hizo más frenéticas las negociaciones y la disputa de espacios. Desde ya antes de la primavera en la ejecutiva morada más cercana a Ione Belarra e Irene Montero aseguraban que los de Díaz querían hacer un desgaste de Podemos en las municipales para que sea más fácil aplastarlos en el pacto de las listas para las generales, utilizando a las confluencias soberanistas aliadas como alfiles para esa estrategia.

Los ‘yolanders’ respondían que las críticas constantes -y en algún momento muy duras- de Iglesias y algunos otros morados no ayudaban a la construcción de confianza y si bien decían en voz alta que anhelaban la unidad, con los hechos demostraban que el objetivo de sustitución era real. El veto a Montero, negado incomprensiblemente hasta hoy por Díaz, pero de indudable veracidad (y admitido por otros partidos de Sumar en su momento y fuera de micrófono) llevaron las relaciones al choque total.

El polvorín no paró y ante cada hito político relevante la tensión creció, tanto en la campaña como en la organización del grupo parlamentario, en las votaciones de la Mesa del Congreso y a la hora de definir las portavocías y los oradores en el hemiciclo. En septiembre El Salto ya publicaba los rumores con mucha base sobre la candidatura de la exministra de Igualdad para las europeas y con Podemos en solitario, algo confirmado hace pocos días.

La tensión siguió escalando, con bochornos sin sentido como la teatralización del ofrecimiento de ministerio a Nacho Álvarez y, curiosamente, en la misma semana en que hubo un acuerdo sin fisuras y en paz (el reparto de portavocías en comisiones y la entrega a Podemos de la comisión de Derechos Sociales), los de Belarra anunciaron su escisión del grupo parlamentario y la partida rumbo al grupo Mixto.

“La ida de Podemos aclara un poco el escenario, cada uno con su camino”, opina ante la pregunta de El Salto un diputado de Sumar que cuenta con la confianza personal de Díaz. Cree que la escisión, al fin y al cabo, es buena para la estrategia que viene: “Este 2024 será un año importante en la construcción territorial y política (de Movimiento Sumar)” (...)

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