martes, 6 de julio de 2021

Mitin-festival de la Casa de Campo, 5 de julio de 1981, de Gabriel Flores Sánchez

 

[4] Mitin-festival de la Casa de Campo, 5 de julio de 1981
Un par de meses después del golpe del 23-F y tras un breve periodo de indecisión, en medio de un incesante ruido de sables y mucha incertidumbre, el incipiente movimiento anti-OTAN madrileño se rehace y reinventa con la convocatoria del mitin-festival que se celebró con un rotundo e inesperado éxito la tarde de un caluroso domingo de julio en el anfiteatro de la Casa de Campo.


La organización de aquel mitin-festival por parte de una Comisión Anti-OTAN (CAO) recién nacida requirió durante un par de meses un gran despliegue de recursos humanos y financieros. Lo hicimos a pulso, fue un festival de música por todo lo alto: Serrat, Leño, Aute, Imanol, Luis Pastor, Suburbano, Rosa León, Pi de la Serra…Y un mitin unitario y plural, aunque ni el PSOE ni el PCE apoyaron el acto. Intervinieron Pablo Castellanos, todavía diputado del PSOE y uno de los principales dirigentes de Izquierda Socialista; el excomandante de la UMD, Luis Otero; el diputado de la Unión del Pueblo Canario, Fernando Sagaseta; Laureano Cuerdo, en nombre de la dirección de CCOO de Madrid; y Otelo Saraiva de Carvalho, uno de los principales organizadores de la revolución del 25 de Abril en Portugal. Ellos fueron los que explicaron desde el escenario las razones y los argumentos que consideraron pertinentes para rechazar la integración en la OTAN y exigir el desmantelamiento de las bases militares estadounidenses.

Participaron más de 50.000 personas. Sabemos el dato porque las contamos una a una. La organización había sido muy costosa, a pesar de que la actuación de los cantantes y grupos de música fue altruista y no nos costó ni un duro. Para financiar los cuantiosos gastos que acarreó el mitin-festival (caros equipos de sonido, pago de los traslados de instrumental, artistas y políticos de fuera de Madrid, remuneración de algunos de los músicos que acompañaban en el escenario a los artistas comprometidos con el acto, etc.) vendíamos un bono de ayuda de 100 pesetas que hacía las veces de entrada, por lo que fue fácil contar el número de personas que asistieron; aunque al final de la tarde, una vez recuperados los gastos de la organización, el numeroso servicio de orden que había en las diferentes puertas de entrada recibió el aviso de dejar pasar a la gente que permanecía en los alrededores porque no podía o no quería pagar el bono de entrada.

Como se ve por los nombres de las personas que intervinieron en el mitin, se trataba de una representación progresista, plural y no partidista, que explicó, cada uno a su buen saber y entender, las razones por las que daban su apoyo y se habían sumado a aquel acto por el “OTAN no, Bases Fuera”, sin que la CAO pusiera ningún tipo de condición. Lo que no dejó de crear algún problema, ya que la densa, politizada y larga intervención de Otelo Saraiva de Carvalho se centró en la denuncia de los bloques militares, lo que disgustó enormemente a las diferentes corrientes pro-soviéticas que apoyaban el acto y creyeron que sus palabras habían sido previamente acordadas con la CAO. El interés de traer a Otelo no solo residía en su papel clave en la revolución de los claveles que tanto impacto político tuvo en las izquierdas del Estado español; nos interesaba en mayor medida confirmar que la OTAN había convivido sin problemas y durante décadas, desde su fundación en 1949, con la dictadura portuguesa y salir al paso de uno de los argumentos de las fuerzas pro-atlantistas que defendían la integración de España en la OTAN como un seguro frente a las pulsiones golpistas que anidaban en el aparato del Estado. Puedo asegurar que la CAO no tuvo ningún tipo de conocimiento previo sobre el contenido del discurso de Otelo. Como tesis doctoral, el discurso de Otelo habría dado lugar a un interesante debate con el tribunal evaluador, el problema es que no era pertinente para un mitin-festival que pretendía aglutinar al máximo de fuerzas posibles para impulsar el rechazo a la OTAN y a las bases estadounidenses, sin echar más leña a la hoguera de discordia y división política existentes. Afortunadamente, las aguas volvieron a su cauce y la CAO pudo seguir desarrollando su labor y extendiendo sus planteamientos por la paz, contra la OTAN y las bases y a favor de la neutralidad sin la oposición explícita de las corrientes pro-soviéticas que por entonces proliferaban en las filas del PCE y alrededores.
A partir del mitin-festival de la Casa de Campo, la recién constituida Comisión anti-OTAN adquiere la mayor parte de los rasgos característicos que la convirtieron en la principal fuerza dinamizadora del nuevo y potente movimiento pacifista del Estado español: el nombre, su logotipo con el hongo nuclear y sus lemas principales, el ¡OTAN no. Bases Fuera!, las formas organizativas asamblearias (sin la presencia de partidos políticos) sustentadas en la coordinación de comités anti-OTAN de barrios y pueblos (además de otras organizaciones de diferentes movimientos sociales) y su afán de dirigirse y movilizar al conjunto de la ciudadanía recabando el apoyo de todo tipo de organizaciones políticas, sindicales y sociales, para lo que era obligado, si quería hacer cumplir la exigencia del referéndum y ganarlo, permanecer al margen de las pugnas partidistas y electorales. Y así lo hicimos.

El movimiento anti-OTAN comenzaba así su andadura. Afrontó situaciones muy complejas, fintas políticas refinadas y abruptos triples saltos mortales con tirabuzón como el protagonizado por Felipe González tras la mayoría absoluta lograda por el PSOE en las elecciones generales de 1982. Sufrimos múltiples zancadillas y una presión extrema por parte de grandes poderes internos e internacionales que se jugaban mucho en aquel envite. Pusimos todo el empeño en la tarea y conseguimos todo lo que nos propusimos, excepto lo más importante: ganar el referéndum.
Estuvimos a punto, pero no logramos acumular fuerzas suficientes. De esa historia tratan estos apuntes, de rescatar del olvido la memoria del movimiento pacifista y anti-OTAN. No pretendimos asaltar los cielos, nos bastaba con despejarlos de las tensiones militaristas y de los planes de nuclearización que a partir de entonces proliferaron y caracterizaron una nueva fase de la Guerra Fría que acabó con el desmantelamiento del bloque militar soviético a partir de 1989. Teníamos plena conciencia de las dificultades del objetivo, pero también suficientes dosis de ingenuidad para creernos que podíamos conseguirlo. En esa tarea pusimos todo el entusiasmo y la inteligencia de los que fuimos capaces.
Continuará... supongo.

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