Gerardo Tecé 12/09/2023
Si España llamó “transición ejemplar” a perdonar a genocidas, podemos permitirnos dejar de encarcelar a quienes pusieron urnas en la calle sin validez legal
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Votación en Guinardó, Barcelona, en el referéndum del 1 de octubre de 2017. / Teresa Grau Ros
El mes más largo en la vida de Alberto Núñez Feijóo sigue avanzando en el calendario. De vez en cuando, esta cámara lenta que en directo nos lleva a la investidura fallida trae alguna novedad. La de esta semana es que el líder del PP ya no esconde que el encargo que recibió de Felipe VI no tenía nada que ver con formar un gobierno para España, sino con consolidar su cargo al frente del Partido Popular. En sus discursos de Navidad, el rey se muestra preocupado por el paro, así que el encargo es coherente.
En la Junta Directiva Nacional del PP, quien mostraba sonriente el pulgar en el balcón de Génova la noche del 23J ha anunciado cuál será su primera medida estrella como líder de la oposición: forzar votaciones en comunidades autónomas y ayuntamientos para que estas instituciones se pronuncien sobre la amnistía a los imputados por el procés. Es decir, hacer que concejales de Cuenca o Badajoz echen un par de mañanas hablando de Cataluña en los plenos de sus consistorios. A juzgar por el entusiasmo con el que la propuesta ha sido recibida por los suyos, no hay que descartar que la segunda medida estrella de Feijóo sea que se presente a la investidura Ramón Tamames. Tiempo hay para negociarlo.
Tildar a la derecha española de involucionista no es insulto, sino definición. Feijóo y su propuesta de presentar mociones sobre Cataluña en lugares desde los que no se decide sobre Cataluña nos devuelve a 2005. En aquel año, Rajoy, como Feijóo ahora, estaba descolocado tras el resultado de unas elecciones celebradas el año anterior en las que las encuestas le regalaban La Moncloa. El líder gallego de entonces optó por alimentar el conflicto catalán en cada rincón del país con idéntica estrategia a la que anuncia el líder gallego actual. Es decir, que los concejales más veteranos de Cuenca y Badajoz están a punto de sufrir un déjà vu 18 años más tarde. Que Feijóo haya decidido recorrer hacia atrás dos décadas para hacer oposición en la España de hoy no es la estrategia que seguramente un analista político que le quisiera bien le recomendaría, pero sí la que puede permitir que la ciudadanía recuerde de dónde venimos. Gracias a la derecha política, mediática y judicial, Cataluña no tuvo en 2006 el Estatut que su parlamento decidió, sino una versión amputada judicialmente que dio arranque al inicio del procés. Años más tarde, con Rajoy ya en La Moncloa gracias a la crisis económica que hundió a Zapatero, llegó el referéndum catalán de 2014 como protesta por el recorte del Estatut. Quizá algunos no lo recuerden porque, a pesar de que consistió en sacar urnas a la calle y preguntar por la independencia de Cataluña, Madrid tomó la decisión política de llamar a aquello consulta sin validez. Si, como pasó tres años más tarde, Madrid hubiera encarcelado a sus promotores por haber organizado un referéndum ilegal, lo recordarían mejor. Las diferentes reacciones entre lo ocurrido en 2014 y en 2017 demuestran que lo que desde el PP llaman actuación de la justicia no es más que una decisión política. Y las decisiones políticas son susceptibles de cambiar de dirección (...)
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