11/01/2021 GUILLERMO MARTÍNEZ
Los acusados siempre sostuvieron que el incendio de la popular sala de fiestas de Barcelona, del que se cumplen 43 años, fue un montaje por parte de un Estado temeroso de los anarquistas, que habían cosechado una gran implantación en el ámbito laboral de la mano de CNT y tenían bastante poder social.
Imagen del documental 'El Entusiasmo'. — Luis E. Herrero
Ese mismo día, por la mañana, miles de personas habían discurrido por las calles de la capital catalana convocados por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en contra de los Pactos de la Moncloa. En esa riada de manifestantes, como puntos insignificantes entre la masa amorfa que pronto dejarían de serlo, se encontraban Arturo, Pepe, Joaquín y el propio Xavi cargando por turnos con una bolsa de deporte en la que guardaban seis cócteles molotov que acabarían lanzando contra una conocida sala de fiestas.
Así daba comienzo el Caso Scala, el proceso judicial y político que terminó con un incipiente y revolucionario movimiento libertario y por el que ingresaron en prisión tres jóvenes acusados de un atentado que terminó con la vida de cuatro trabajadores (Ramón Egea, Juan López, Diego Montoro y Bernabé Bravo) y del que no hay pruebas que les incriminen más allá del testimonio policial.
Xavi, en realidad, es el diminutivo de Xavier Cañadas Gascón, acusado del atentado del Scala y condenado a 17 años de cárcel. Inmortalizó su testimonio en el libro El Caso Scala. Terrorismo de Estado y algo más (Virus Editorial, 2008), un volumen escrito en primera persona en el que detalla los pormenores de aquel proceso judicial que protagonizó.
En contra de lo que comúnmente se ha afirmado sobre el asunto, Cañadas, a sus 62 años, defiende que "con ese montaje el Estado pretendía terminar con una serie de grupos armados que básicamente estaban haciendo atracos, pero que vertebraban el movimiento libertario de aquel tiempo y no se encontraban ligados a la CNT, sino que eran grupos autónomos", en sus propias palabras.
Dudas sobre la autoría del atentado
Por tanto, inmovilizar a la central anarcosindicalista, el único gran actor a nivel estatal que se oponía a los Pactos de la Moncloa, quedaba fuera de la ecuación, según Cañadas. Sea como fuere, el declive del sindicato fue un hecho. ¿Pero qué pasó realmente aquella mañana del 15 de enero de 1978 en Barcelona?
Arturo Palma, Pepe Cuevas y Xavi acudieron a la cita de la CNT influidos por Joaquín Gambín Hernández, un confidente de la Policía que les había inducido a preparar los artefactos y tirarlos en la entrada de la sala de fiestas Scala, en la que el 70% de los trabajadores militaban en la central anarcosindicalista. Y así sucedió. Hubiera sido otra de las tantas acciones reivindicativas que se llevaban a cabo en aquellos años, muchas de ellas sin apenas repercusión, sino fuera porque la sala de fiestas terminó ardiendo casi en su totalidad.
La enjundia de la cuestión radica en que nunca se probó que esos cócteles molotov hicieran arder la sala. Muchos interrogantes sobrevuelan aún el caso, cuando cumple su 43 aniversario. Por ejemplo, el jefe superior del Cuerpo de Bomberos de la Diputación de Barcelona declaró que "ese destrozo solo lo ha podido provocar una bomba de deflagración masiva, compuesta de fósforo y no unos simples cócteles molotov, y el fósforo es propiedad única y exclusiva del Ejército". Unas palabras que le valieron la destitución inmediata de su cargo (...)
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