Gorka Castillo Bilbao , 27/01/2021
La playa de Tunelboca, una cala casi inaccesible para el ‘homo turisticus’ situada en la localidad vizcaína de Getxo, es uno de esos enigmas naturales que necesitan ser palpados para cerciorarse de que no se trata de un decorado de ciencia ficción. Del subsuelo afloran extrañas formaciones rocosas superpuestas unas sobre otras, como láminas de hojaldre recién horneado, oscuras y heterogéneas, en contraste con los sedimentos verticales del viejo acantilado. Son escorias de hierro, parva, ladrillos pulidos, plásticos y diferentes souvenirs de la era industrial bilbaína fusionados en tal magnitud que los geólogos lo veneran como un extraordinario fósil del Antropoceno a cielo abierto. Hace sol esta mañana de enero y el profesor de paleontología de la Universidad del País Vasco (EHU-UPV), Alejandro Cearreta (Bilbao, 1960), escudriña las curiosas formaciones con un pequeño martillo y un cincel. “Las rocas hablan, claro que hablan. Y nos dicen que la acción humana de estos últimos 80 años tiene similitudes con los efectos del meteorito que acabó con los dinosaurios”, asegura. Cearreta es el único científico español que forma parte del Grupo de Trabajo del Antropoceno, 34 expertos que buscan evidencias de que la Tierra ha entrado en un tiempo geológico nuevo. Una propuesta revolucionaria que no está exenta de críticas. “También la evolución biológica propuesta por Darwin fue denostada al principio. El Antropoceno permite ampliar la mirada no solo del pasado, sino del presente y también de nuestro futuro como especie”, sentencia
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Formaciones rocosas de la playa de Tunelboca / G.C.
¿Qué es el Antropoceno?
Es una propuesta sobre un tiempo geológico nuevo en el que los humanos somos uno de los principales agentes transformadores de la superficie terrestre. Como planteamiento científico fundamentado tiene detrás toda una narrativa geológica basada en evidencias que demuestran su verosimilitud. Hay lugares que albergan huellas sedimentarias excelentes para su investigación. Por ejemplo, en zonas costeras como la bahía de San Francisco, en algunos corales del Caribe y Australia, en cuevas de Italia, en lagos de Canadá y China, y en los hielos de la Antártida y Groenlandia. Es en estos lugares donde hemos centrado nuestro trabajo de búsqueda del estratotipo.
¿Cuándo establecen su comienzo?
El debate aún está abierto. Para algunos, se inicia hace más de un millón de años con las primeras huellas humanas. Para otros, con la domesticación de animales y la aparición de la agricultura en el Neolítico. Hay propuestas que lo establecen en la Revolución Industrial. Sin embargo, hemos decidido rechazar estas hipótesis y fijar su inicio con el comienzo de la gran aceleración, es decir, después de la II Guerra Mundial que es cuando las señales humanas en los sedimentos comienzan a ser sincrónicas y globales. Hasta ese momento no lo eran porque no todo el planeta se encontraba en la misma fase de evolución cultural y tecnológica. Por ejemplo, antes de mediados del siglo XX había sociedades que ya habían vivido la revolución industrial, pero otras no la conocían o se encontraban en su inicio, como China e India.
Si buscan la huella del hombre actual en los sedimentos, ¿qué evidencias encuentran en lugares deshabitados como la Antártida?
Tendemos a pensar que cuanto más habitado se encuentre un lugar más huellas humanas albergará, pero no siempre es así. Por ejemplo, un vertedero podría ser el paradigma de nuestra intromisión en la superficie terrestre. Sin embargo, no es el adecuado para definir el Antropoceno porque la intervención artificial del ser humano, con maquinaria pesada, etc., altera el orden de los depósitos de sedimentos y de las señales estratigráficas. Eso no ocurre en el hielo antártico gracias a que su aislamiento permite asentar evidencias extraordinariamente bien conservadas y ordenadas. Hay que tener en cuenta que uno de los principales marcadores de referencia de la geología antropocena son los isótopos radioactivos artificiales generados por las detonaciones atómicas realizadas por el hombre en la atmósfera y que en el hielo se preservan muy bien.
¿Perciben el deterioro del planeta?
A los geólogos no nos corresponde realizar valoraciones morales sobre el impacto humano. Hay otras disciplinas más capacitadas para hacerlo. Los biólogos y paleontólogos, por ejemplo, pueden explicar la extinción de especies y la aparición en los sedimentos recientes de neobiota, es decir, de organismos transportados artificialmente de un lugar a otro del planeta y que son el origen de graves alteraciones en los ecosistemas e incluso de organismos modificados genéticamente. Nosotros nos centramos en encontrar evidencias, estudiar los tecnofósiles y las rocas, y en desarrollar la idea de que hemos entrado en un tiempo geológico inédito, completamente influenciado por la acción de una especie como la nuestra que se cuestiona constantemente de dónde viene y hacia dónde va. Los juicios morales pertenecen al ámbito de estudio de otros campos más capacitados.
Pero las rocas hablan.
Claro que hablan. Y mucho. Las rocas nos aportan información imprescindible para construir la historia de nuestro planeta a lo largo de miles de millones de años. Pero la excepcionalidad del Antropoceno respecto a otros tiempos geológicos anteriores es que contamos con herramientas extraordinarias para su estudio. Por ejemplo, podemos recurrir a registros instrumentales, escritos y orales, que permiten afinar el registro geológico. Y esto es fantástico. Algunos autores han llegado a definir el Antropoceno como el momento en el que el tiempo humano y el geológico se unifican. Creo que es una bonita metáfora para explicar esta idea (...)
La evolución de la Tierra ha sufrido una aceleración inaudita en las últimas décadas. ¿Cómo explica un fenómeno así?
Precisamente, una de las modificaciones que introduce o perfila el concepto de Antropoceno es que la unidad de tiempo geológico ya no puede seguir siendo el millón de años como hasta ahora. El motivo principal es que el proceso de transformación que ha sufrido la Tierra desde mediados del siglo XX está siendo brutal. Por eso decimos que la medida temporal debe ser la de los humanos. Y podemos demostrarlo a través de sus capas geológicas, secuenciadas año a año, algo inaudito en comparación con tiempos geológicos anteriores (...)
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