MANUEL BORJA-VILLEL / EXDIRECTOR DEL MNCARS
Bernardo Gutiérrez Río de Janeiro , 5/09/2023
Empático, lúcido, crítico. El historiador del arte y comisario Manuel Borja-Villel habla con entusiasmo contagiante. Tras su salida de la dirección artística del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, Manuel Borja-Villel (Burriana, 1957) asumió, entre otros compromisos, formar parte de la curaduría de la influyente 35 Bienal de Arte de São Paulo (06 de septiembre-10 de diciembre de 2023), titulada Coreografías de lo imposible. Manolo, como se le conoce en su entorno, se deshace en elogios de sus compañeros del equipo curatorial (los brasileños Hélio Menezes y Diane Lima, y la portuguesa Grada Kilomba). Y desmenuza didácticamente la filosofía de la gran Bienal del Sur, protagonizada por negros, pueblos indígenas y movimientos de resistencia.
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Borja-Villel reflexiona sobre los aprendizajes de la pandemia (“El mundo puede seguir sin el ser humano”), el neoliberalismo (“Todo el capitalismo financiero es fraude”) o el cambio del paradigma mundial (“Ya nadie se cree la historia universal”). A su vez, habla sin tapujos sobre la guerra cultural que la derecha española puso en marcha contra él y contra el Reina Sofía.
¿Qué le llevó aceptar la invitación de la Bienal de Arte de São Paulo? Como pregunta expandida, ¿qué le interesa de las prácticas artísticas de Brasil?
Llevo trabajando con América Latina y con Brasil desde el principio, es una de mis líneas de trabajo. Es muy interesante todo el pensamiento afrodescendiente de Leda Maria Marques, Sueli Carneiro, Denise Ferreira da Silva, el pensamiento indígena de Ailton Krenak, Davi Kopenawa. Para conocer esto, que está muy poco traducido, era importante venir aquí. La idea fue crear un equipo heterogéneo (de comisarios), desigual, complejo. El estar juntos es una forma de trabajar, que implica, no solo aprender lo que uno no sabe y lo que otros aportan, sino, sobre todo, desaprender. En la Bienal hay reminiscencias de todo este trabajo que hemos ido haciendo en el Reina Sofía, antes en el MACBA, incluso en la Fundació Antoni Tàpies.
Por primera vez hay dos comisarios brasileños negros en la Bienal, Diane Lima y Hélio Menezes. Grada Kilomba es negra, portuguesa de raíces africanas. ¿Cómo se encuentra siendo el único blanco del equipo en un momento en el que la energía afro de Brasil es tan fuerte?
Me encuentro fantástico, son gente extraordinaria. Echaba de menos tener más tiempo para pensar. Mis colegas brasileños aportan todo el conocimiento situado. Conceptualmente, yo aporto varios niveles. Para mí son fundamentales tres autores: Frantz Fanon, Aymé Césaire y Edouard Glissant. Los tres eran afrodescendientes pero tenían una cultura europea. No podemos olvidar que Europa es una invención. Y Europa se inventa cuando los portugueses y los españoles vienen aquí [a Brasil]. Cuestionar esa invención es importante, entender que hay diversas Europas. Otra de las autoras importantes es Gloria Anzaldúa, su pensamiento fronterizo, que no es el mestizaje híbrido, sino el espacio queer, el espacio que mueve. Para mí, estar en la Bienal ha sido un movimiento en dos direcciones. Por un lado, el darse cuenta que esta especie de binarismo y polaridad que hay en el pensamiento europeo, entre la autonomía del arte y un arte útil, deja de tener todo el sentido.
Esto tiene repercusiones epistemológicas, artísticas, de romper con las disciplinas, que son muy occidentales, pero también de gobernanza y de cuerpo, de romper el binarismo de géneros. En la dirección contraria, aporto a la Bienal una serie de elementos como la crítica material, la crítica institucional, el estar en contra de los esencialismos, el entender que cualquier cosa puede convertirse en una moda, sea afrodescendiente, sea indígena, el mercado tiene una capacidad de absorberlo todo. El espíritu crítico de ciertas instituciones occidentales sigue siendo muy válido.
Anzaldúa y lo fronterizo nos hacen caer de lleno en esta Bienal de Arte de São Paulo, titulada Coreografías de lo imposible, que desborda las disciplinas, las líneas, las fronteras. También se cuestiona el tiempo lineal que remite al progreso occidental. ¿Qué pretende esta Bienal?
Coreografía e imposible son elementos contradictorios. Alguien decide qué es posible y qué es imposible. Hay una colonialidad del poder. Coreografía es una palabra griega que implica la inscripción en un espacio diferente al topos, un término que usó Aristóteles, un espacio cerrado donde tienes libertad de movimiento siempre que no te vayas de los límites. El cora implica que los límites, las reglas, las vas haciendo continuamente, las vas creando, negociando. Tiene que ver con lo común, con la filosofía indígena, con los movimientos feministas contra el heteropatriarcado, con una concepción del tiempo no modernista, no lineal, donde el futuro puede estar en un pasado que no conocemos, en un pasado que ha sido invisibilizado e irrumpe en el presente. Dar visibilidad a un pasado que no se conoce abre futuros absolutamente desconocidos. Tiene que ver con este tiempo espiral de Leda Maria Martins, que también está en los mayas. Hay un elemento de búsqueda de otros espacios, de imaginar otras formas de entender el mundo, de tratar de descubrir lo que desconocemos (...)
No hay comentarios:
Publicar un comentario