Gessamí Forner 11 FEB 2024
La PAC ha disminuido en un 7,5% el presupuesto para el periodo 2023-2027, al mismo tiempo que la UE se ha lanzado en una carrera de firma de tratados de libre comercio que hunden las producciones locales.
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Un suelo estéril tarda entre cuatro y ocho años en recuperarse. La última reforma de la PAC nació para impulsar el mayor cambio agraria de los últimos 50 años: extender la agroecología hasta llegar a un 25% en diez años para ir sustituyendo a la agroindustria. Pero el objetivo nació de una reforma con un presupuesto menguado: con una reducción del 7,5% para el periodo 2023-2027. Al mismo tiempo, la UE se ha lanzando a una carrera para aumentar los tratados internacionales de libre comercio, los cuales suscribe sin cláusulas espejo o de reciprocidad. De una parte, Europa quiere que el campo transite hacia la agroecología. De otra, permite importar cualquier alimento cultivado y criado con formas prohibidas en la UE —con abuso de fitosanitarios, antibióticos y fertilizantes—. En este contexto ha explotado el enfado del sector primario. Un malestar que los expertos reconocen y legitiman, mientras advierten de que, para deshacer este entuerto, el foco debe situarse en el acompañamiento que agricultores y ganaderos necesitan para recorrer esta transición sin perder producción, y evitar abocarles al cierre de las explotaciones, porque, como recuerda la agroecóloga Isa Álvarez: “En el campo no sobra nadie”.
Fernando Fernández es el director general de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural del Govern de las islas Balears. Es una rara avis: ocupó el cargo en la anterior legislatura progresista y, tras la insistencia del sector agrario, el PP y Vox le han mantenido en la administración. Consiguió consensos entre las organizaciones agrarias y el movimiento ecologista. Y esto, asegura, es lo que se necesita Balears, el Estado y, sobre todo, Bruselas.
En su carrera profesional ha vivido cinco reformas agrarias. La última supone un cambio “ambicioso” e “inevitable”, pero el ritmo y las formas que exige son “inasequibles”. Ni él es capaz de “profundizar” en los decretos que emanan de Bruselas. Mucho menos, las Cámaras Agrarias y los agricultores y ganaderos de las pequeñas explotaciones. La UE ha publicado 12 directivas en cuatro años —“es muchísimo”—, cada una lleva aparejada sus propios decretos, que se cuentan a cientos. Y exigen cosas imposibles de cumplir, sin tener en cuenta territorios ni inclemencias: “Al arco mediterráneo se le pide la trituración de la poda hecha antes del 1 de marzo, cuando hay cítricos que aún están en el árbol”, así como “no poder pasar del 20 al 40% de tierras en barbecho en tiempo de sequía”, cuando la cosecha del cereal de otoño se ha echado a perder por falta de agua y no hay nada que sembrar. El Ministerio de Agricultura ha negociado ambas cosas con Europa y ha conseguido una prórroga hasta el 1 de abril y el ok al 40%, a consecuencia de las movilizaciones de esta semana. Pero Fernández sigue frustrado: “El 1 de abril tampoco es suficiente”.
“Como administración, no somos capaces de asumir la burocratización que impone la UE de ciertas obligaciones de información y control en sistemas bastante complejos, como el reglamento de nutrición sostenible de suelos”, expone. Esto está ligado al uso de los fitosanitarios, lo que ha saltado a la prensa como una batalla entre agricultores y ecologistas. “Las reducciones de fitosanitarios te pueden parecer bien a nivel teórico, pero chocan con la realidad porque implican pérdida de producción. No hay sustitutos para los fitosanitarios. El ritmo del cambio de modelo agrario no está bien calculado”, concluye.
El mayor cambio
David González es agroecólogo e impulsa proyectos diversificados utilizando herramientas de la agricultura regenerativa. Señala que muchos suelos de la península ibérica se encuentran con menos del 1% de materia orgánica —están prácticamente muertos—. Cuando planifica un campo, lo hace a largo plazo: “En nuestra experiencia, si se hacen bien las cosas, se necesitan entre 4 y 5 años para obtener valores de fertilidad buenos para niveles altos de cosecha agroecológica, y se requieren hasta ocho años en lugares con poca precipitación”.
Para recuperar un suelo apuesta por la diversificación: meter ganado en campos que eran monocultivos de cereal y plantar frutales, por ejemplo. Ello no solo mejora la fertilidad del suelo, también permite la diversificación de la economía para que el granjero pueda ir tirando y deje de jugarse el jornal a una cosecha que vende a precio cerrado —el precio que le ordenan— y que recoge un camión de Mercadona o cualquier otro gran distribuidor.
González asesora, planifica y acompaña. “Cuando acabó la II Guerra Mundial, se invirtió una ingente cantidad de dinero público para impulsar la agricultura industrial”, recuerda. Paquetes de semillas controlados por oligopolios, fitosanitarios, maquinaria pesada, sistemas de regadío. “Ingenieros agrónomos acompañaban a esa transición impuesta por la agroindustria”, agrega. Nacieron las Cámaras Agrarias, las cuales recomendaron este modelo como el adecuado. En el campo hicieron lo que les mandaron. Y el círculo se cerró a gusto de la industria (...)
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