Gorka Castillo 17/01/2024
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La antropóloga libanesa Leila Ghanem. / Foto cedida por la entrevistada
Leila Ghanem es una antropóloga libanesa de reconocido prestigio. Analista brillante de Oriente Medio, su vida quedó marcada por seis guerras devastadoras en su país que afilaron su mirada sobre una región donde la crueldad y el salvajismo han alcanzado grados espeluznantes. “Algo ha cambiado desde el 7 de octubre que será necesario evaluar en profundidad, no sólo entre quienes se oponen a Israel sino también entre todos aquellos ciudadanos del mundo contrarios a un capitalismo depredador cada vez más agresivo”, apunta con cierta turbación desde París, donde reside, en esta entrevista realizada por videoconferencia. Marxista declarada, Ghanem fue precursora de los tribunales populares para juzgar los crímenes de guerra israelíes en Sabra y Shatila; y otro contra la multinacional Monsanto por los desmanes ecológicos que causó en Irak tras la ocupación estadounidense. Considera que la batalla desatada ahora en el mar Rojo plantea a Occidente un nuevo dilema sobre cuál es la forma adecuada de proteger una ruta marítima que para su economía es vital. “La ofensiva hutí ha trastornado los planes estadounidenses en la zona y ha puesto en duda la efectividad de su política de disuasión militar. Son los regímenes retrógrados y despóticos, como el saudí o el bahreiní, quienes están alentando las cosas para que EEUU se empantane en el mar Rojo”, añade. Autora de varios ensayos en francés y árabe traducidos a varios idiomas, entre ellos el español, Leila Ghanem vuelve sus ojos a la arrasada Gaza. “Israel no ha alcanzado ninguno de sus objetivos iniciales mientras los palestinos siguen luchando tras 100 días de apocalipsis”, dice la intelectual libanesa.
EEUU y Reino Unido han bombardeado posiciones hutíes en Yemen para “garantizar las comunicaciones navales entre Europa y Asia” a través del Canal de Suez. ¿Es el mar Rojo el tercer foco de tensión en la guerra de Gaza?
La batalla del mar Rojo es una contienda estratégica de gran importancia. En primer lugar, por su impacto en la navegación marítima y el transporte internacional. Por el estrecho de Bab El-Mandeb navegan unos cincuenta barcos diarios, con cinco millones de barriles de petróleo y 700.000 millones en bienes, la mayoría con destino a los mercados europeos. Más de 20.000 barcos al año cruzan un paso que acorta en un 58% la distancia entre Bombay y Génova. Pero esta contienda esconde otra más virulenta, la de las rutas comerciales terrestres y marítimas que China y Estados Unidos se disputan de manera sigilosa. Desde hace diez años, las crónicas no paran de hablarnos de la Nueva Ruta de la Seda china, de la Ruta de las Especias y de la construcción de un cinturón económico marítimo desde Europa a Asia Oriental. El proyecto chino ya ha invertido miles de millones dólares en la renovación de puertos y ferrocarriles, y ha creado 56 nuevas zonas comerciales en una veintena de países. El ejemplo más revelador es que el volumen de negocio entre Pekín y Riad ha alcanzado los 116.000 millones de dólares. Frente a estos gigantescos proyectos, EEUU anunció su contraproyecto en la cumbre del G20 celebrada el pasado julio en Delhi: la creación del “pasaje económico entre India y Europa” junto a Arabia Saudí, los Emiratos e Israel. Se trata de una especie de asociación político-comercial en la región cuya realización requiere la normalización de relaciones entre Tel Aviv y Riad. A esto habría que sumar el megaproyecto del Canal Ben Gurion, expuesto por Netanyahu a Biden en la última cumbre de Sharm El-Sheikh, y cuya construcción queda a expensas del resultado de la destructiva guerra que Israel inició contra Gaza.
¿Le sorprenden las dificultades que está teniendo una fuerza armada disuasoria como la que conforman EEUU y Reino Unido para controlar la situación en Bab El-Mandeb?
La ofensiva hutí no sólo ha trastornado los planes estadounidenses en la zona, sino que les ha planteado un nuevo dilema sobre la forma más adecuada de proteger una ruta marítima que para Occidente es vital. El New York Times revelaba hace unos días los debates desatados en el seno del ejército estadounidense sobre la necesidad de reorganizar la fuerza de disuasión tras el revés que están sufriendo en Yemen. Tienen serias dudas de seguir militarizando el mar Rojo porque corren el riesgo de lograr el efecto contrario. En mi opinión, se ha producido el colapso de la política de disuasión estadounidense y esto implica un cambio en el equilibrio de poder entre Washington y sus aliados pero también con sus competidores BRICS.
¿Cree que el control del Canal de Suez es clave para el desenlace del conflicto?
No. Este paso estratégico no es el tema principal de la guerra. Ciertamente está experimentando algunas perturbaciones debido a la batalla desatada en el mar Rojo, pero desde el año 73 está sujeto a varias convenciones internacionales respetadas por Egipto porque proporciona unos ingresos vitales a su maltrecha economía. El verdadero peligro para los egipcios es que se materialice el proyecto del canal Ben Gurion, un antiguo sueño de Israel para conectar el mar Mediterráneo con Akaba, al sur de la Franja de Gaza, en el mar Rojo, con el doble de capacidad de tráfico que el de Suez y que iría acompañado de la construcción de decenas de pequeñas ciudades turísticas. Pero para ejecutar ese proyecto, Israel necesita vaciar Gaza de habitantes y empujarlos hacia el Sinaí. Obviamente, Egipto se opone con vehemencia al proyecto porque significaría perder el monopolio del transporte marítimo que hoy ostenta, así como su condición de puente turístico hacia Arabia Saudí y a su gigantesca ciudad futurista Neom, la urbe de 26.000 kilómetros cuadrados que Mohammad Ben Salman quiere levantar a orillas del mar Rojo. Para construirla necesita normalizar las relaciones diplomáticas con Tel Aviv, adhiriéndose a los Acuerdos de Abraham que los acontecimientos en Gaza probablemente han retrasado.
Prefiero hablar de lo que ha sucedido en los últimos tres meses. Personalmente, estoy convencida de que algo ha cambiado. Será necesario evaluar en profundidad lo que supone el genocidio en Gaza, no sólo entre quienes se oponen a Israel, sino también entre todos aquellos ciudadanos contrarios a un capitalismo depredador cada vez más agresivo, a la dictadura de los mercados, a las instituciones financieras y a todos aquellos que intentan socavar los logros sociales que la clase trabajadora ha logrado durante siglos de lucha. El 7 de octubre reveló que la derrota del quinto ejército del mundo pondrá fin a su papel como cabeza de puente imperialista y le impedirá imponer sus decisiones por la fuerza. La imagen de EEUU ha quedado dañada para siempre, no sólo por su complicidad con los crímenes en Gaza sino porque han participado directamente en las operaciones y han brindado apoyo financiero por valor de 14.000 millones de dólares. Además, ha supuesto el fin o la ralentización del proceso de normalización de las relaciones entre las monarquías petroleras e Israel. Regímenes como el saudí o el bahreiní, retrógrados y despóticos, temen una victoria de Hamás y siguen alentando las cosas para que EEUU se empantane en el mar Rojo (...)
Usted vivió la guerra del Líbano en 2006 que causó miles de muertos. ¿Es comparable a lo que está sucediendo ahora en Gaza?
Sí, es comparable desde el punto de vista de la intensidad de la fuerza de ataque operada por la aviación israelí. En 2006 anunciaron que el objetivo era “devolver al Líbano a la Edad Media”. Demolieron toda infraestructura posible: carreteras, puentes, fábricas, centrales eléctricas, hospitales, escuelas, casas, campos de cereales y vertieron combustible en la costa libanesa para eliminar toda forma de vida marina. A pesar de esto, creo que en Gaza es mucho peor con el agravante de que la Franja ha estado cerrada y bajo bloqueo durante 17 años por lo que ha sido imposible huir o refugiarse. En el Líbano, la población huyó hacia el interior y la resistencia estaba mejor equipada militarmente. Aun así, mataron a 1.200 civiles y a 450 combatientes. En Gaza ha habido una intención deliberada de aniquilación. Incluso anunciaron su deseo de reducir la población a la mitad, ya sea mediante el éxodo al Sinaí o con la muerte. Y ya han liquidado al 4% de la población, según las cifras oficiales difundidas el 10 de enero.(...)
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