1/1/24
Georges Saad, profesor jubilado de derecho de la Universidad Libanesa, y Laura Galián, profesora en el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la UAM, revisan pasado, presente y futuro del movimiento libertario en el mundo árabe.
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A lo largo de la historia han existido —todavía existen— prácticas libertarias que responden a formas propias de proyectos emancipatorios, antiautoritarios y descentralizados en diferentes lugares de la geografía planetaria. A poco que buceemos, descubrimos experiencias de ese tipo en China, Japón o India, realidades como la del comunalismo africano y la Awareness League nigeriana que nos descubrió Sam Mbah, o las más recientes relacionadas con los gobiernos autónomos del Zapatismo en Chiapas o el confederalismo democrático en Kurdistán, que en sus prácticas diarias beben en la rica filosofía política libertaria. Pero lo cierto es que, más allá de estas últimas, muchas otras han sido olvidadas y marginadas en la historia oficial del anarquismo canónico. Y las experiencias anarquistas en el mundo árabe e islámico son un buen ejemplo de ello.
Georges Saad es profesor jubilado de derecho de la Universidad Libanesa. Proveniente de la tradición marxista en su país, se unió al grupo Union des Travailleurs Communistes Libertaires durante sus estudios en Francia en los años 80, y a su vuelta al Líbano fundó la que quizás sea la primera agrupación autodeclarada anarquista del sur del Mediterráneo: Al-Badil al-taharruri (Alternativa Libertaria) de tendencia anarco-comunista. Ha traducido numerosas obras de la teoría anarquista al árabe, entre ellas El anarquismo, de la teoría a la práctica de Daniel Guerin. Por su parte, Laura Galián es profesora en el Departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la UAM y participa en grupos de investigación como Ideologías y expresiones culturales árabes o el proyecto CONEMED: Conceptos Emancipadores en el Mediterráneo: Memoria, Traducción y Tránsito en su Diacronía. Aprovechando la visita de Saad a España para impartir una conferencia en la Fundación Anselmo Lorenzo, nos reunimos con ambos con el fin de profundizar un poco en la realidad tan desconocida como sugestiva del anarquismo en el mundo árabe.
Para el libanés, se pueden rastrear fenómenos protoanarquistas en el mundo islámico entre los cármatas, movimiento sincrético surgido del islam ismailí en su desafío a la desigualdad social; también entre los nizaríes o assassins (conocidos en castellano como los asesinos), corriente herética del ismailismo, o incluso en pensadores y poetas laicos como Aboul Alaa al Maarri y Omar Jayyam. En todo caso, el anarquismo, entendido como ideología internacionalista, libertaria y europea, no llegará al sur del Mediterráneo hasta finales del siglo XIX a través de trabajadores y exiliados, principalmente italianos, pero también de otras zonas del Imperio Otomano, como griegos o armenios, que encontraron en la región un lugar de acogida donde continuar su actividad subversiva. El propio Enrico Malatesta participó en la revolución de Urabi de 1882. También gracias a instituciones educativas como la Universidad Popular Libre en Alejandría, continuadora de los preceptos de la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia.
Tras la revolución rusa y la expansión del comunismo, el anarquismo deja de tener influencia en la región y ya no volveremos a tener noticia de él hasta el periodo de entreguerras, con los movimientos contraculturales y tras la II Guerra Mundial, con la presencia en Argelia de grupos anarquistas franceses o exiliados españoles. Precisamente en Argelia es destacable el caso del anarcosindicalista Saïl Mohamed, voluntario en el Grupo Internacional de la Columna de Durruti, que no concebía el anarquismo en términos puramente europeos y entendía que la sociedad rural argelina, especialmente la de su tierra natal, la Cabilia, practicaba un anarquismo sin denominarlo explícitamente así, pues contaba con una comunidad organizada, descentralizada y con aversión a la organización colonial o nacional.
La desaparición de todas estas experiencias y muchas otras de la historia libertaria se debe seguramente a una razón histórica relacionada con el auge del socialismo y sobre todo del nacionalismo y su preponderancia en los procesos descolonizadores, pero Galián opina que, además, existe una visión eurocéntrica causante de que no hayan sabido leerse experiencias que, pese a no declararse anarquistas en sí mismas, han tenido como base la horizontalidad, el antiautoritarismo, el ser descentralizadas y hacer uso de una manera u otra de la tradición libertaria. “Y ahí es donde hay que hacer hincapié. Hay autores que dicen que una cosa es mirar el anarquismo con la A mayúscula, que llega de la tradición europea o un anarquismo, que en realidad está mucho más enraizado en las maneras de resistencia locales, en esos repertorios diferentes a los europeos, pero que también se pueden leer como anarquistas”.
Será con la Guerra de los Seis Días días en 1967 cuando el anarquismo vuelva a resurgir, si bien tímidamente, como una respuesta a la derrota no solo militar sino también simbólica del socialismo árabe que había defraudado las expectativas de emancipación y liberación individuales y colectivas, pero florecerá especialmente a partir de las primaveras árabes, que Galián prefiere llamar revoluciones “porque ellos mismos se llaman revolucionarios y así califican las revueltas de 2010-2012: no cuentan con un líder, son horizontales, descentralizadas, no hay un partido al mando, el objetivo no fue una democracia liberal”. Precisamente ese es uno de los errores habituales que se cometen a la hora de analizar dichas revueltas: no ha habido procesos de transición democrática, pero es que quizá esas revoluciones tampoco aspiraban a una democracia liberal tal y como la entendemos en Europa. “Nosotros pensamos que es éxito o fracaso leyendo desde ahí. Pero es que esas experiencias hicieron que la politización de muchos jóvenes y de muchas personas se encauzara a través del anarquismo”.
Las experiencias libertarias de la ribera sur no escapan tampoco a sus contradicciones y en la práctica su composición es mayoritariamente masculina: “Después de las revoluciones, que comenzaron siendo bastante mixtas, en un momento determinado, sobre todo de Egipto, pero también de Túnez, la prioridad era la lucha de clases y la de género quedó aparcada”. Y habría escisiones en las que las mujeres montaron sus propias organizaciones fuera del movimiento anarquista. “Hay anarquistas en Egipto que me señalaron grupos anarcofeministas, aunque ellas no se declarasen como tal porque veían el anarquismo como una ideología estrictamente masculina; esto pasaba en Egipto, y en Túnez, donde sí encontramos alguna organización anarcofeminista declarada, pero trabajaban de manera independiente, con sus prioridades. Es verdad que el movimiento feminista ha tenido una eclosión bestial y una nueva generación puede estar relacionada también con un ideario libertario, pero en los grupos autodenominados anarquistas es una cuestión que no está resuelta”. Una visión que comparte Saad: “Sí, hay una conciencia feminista importante, cada vez más mujeres, muy jóvenes, y gracias a internet, descubren las movilizaciones feministas de España, Estados Unidos o Francia y toman referentes. Pero desde el punto de vista de los derechos y el tema legal queda mucho trabajo por delante” (...)
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