Hablar de la conciliación entre la vida laboral y personal parece el principio de un mal chiste en España. Según datos de la OCDE, en España se trabajaban 1.644 horas anuales por empleado, una media de 37,70 horas por semana. Aunque está ligeramente por debajo de la media de la OCDE (1.752 horas), superan con creces las 1.341 horas al año de Alemania, las 1.427 de los Países Bajos o las 1.511 de Francia.
Estos datos parecen contradecir la leyenda negra de los españoles perezosos y sesteadores, pero no cuentan toda la historia. En realidad, el número de horas que los españoles pasan en el trabajo es muy superior debido a los horarios partidos, los desplazamientos a este, y las horas extra, en muchos casos no contabilizadas ni compensadas. Esas jornadas largas y diseminadas hacen que los trabajadores en España lleguen a casa mucho más tarde que otros europeos, algo que dificulta la vida familiar, el desarrollo personal y
tiene graves consecuencias para la salud mental y física
Lo más triste es que, también con datos de la OCDE, a pesar de las largas horas en el trabajo, la productividad en España, medida como PIB dividido por las horas trabajadas, es de las más bajas. Con datos de 2022, por cada hora trabajada en España se producen 101 dólares (empleando esta moneda para poder comparar con el resto de los países). El valor es el mismo que en Francia, pero allí se alcanza con muchas menos horas trabajadas. En Portugal, donde se trabaja casi el mismo número de horas que en España, cada una de ellas produce nada menos que 110 dólares. En Alemania, cada hora produce 107 dólares, por encima de la media, con el menor número de horas trabajadas. ¿Qué está pasando?
Más horas no significa más productividad
Todos nos acordamos de aquel problema de matemáticas el colegio. Si un obrero levanta un muro de tres metros en una hora, ¿cuánto tardará en levantar un muro de nueve metros? Puesto así, las matemáticas no fallan: trabajando más horas, la productividad es mayor.
Lo que ocurre es, aplicándolo a la vida real, las cuentas no salen exactamente así. La productividad en economía se define como el dinero o trabajo producido por hora. Con algunas excepciones como Estados Unidos (muchas horas y mucha productividad), en la mayoría de los países de la OCDE se cumple que, en general, cuantas más horas se trabaja, más baja es la productividad
(...)
Los resultados finales de la encuesta revelaron que el 45% de las personas trabajan realmente cuatro horas al día, y algunos incluso menos. Un estudio similar realizado por el sitio web de empleo Zippia corroboró estos datos, resultando que, durante una jornada laboral de ocho horas, el trabajador medio sólo pasa cuatro horas y 12 minutos trabajando activamente. La investigación descubrió que el 47% de los trabajadores navega por Internet durante su horario de trabajo y el 78% afirma que no necesita ocho horas para completar su trabajo diario.
Todo esto no es un fallo, sino una característica del cerebro humano. Para empezar, a las personas no nos resulta fácil mantener la atención en una tarea. Se calcula que los adultos se distraen a los 20 minutos de estar enfocados en algo. Además, cuando nos interrumpen, nos cuesta hasta media hora volvernos a concentrar en lo que estábamos haciendo.
Esto también explica por qué en las oficinas la productividad es tan baja, donde las interrupciones son constantes y las reuniones –muchas veces innecesarias– trocean la jornada hasta el punto de que es imposible trabajar ininterrumpidamente. Según Harvard Business Review, los datos verifican una mayor productividad para las personas que teletrabajan en la economía del conocimiento (trabajos de oficina).
Si la cultura de tu empresa o de tu país es presencialista y te obliga a estar en la oficina 10 o 12 horas, es más fácil que te distraigas durante ese tiempo y lo emplees para hacer la compra en Internet, gestiones personales o mirar redes sociales en el móvil (...)
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