Alfonso Aramburu Suárez Antimilitarista miembro de Gerrarik ez
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No es posible humanizar la guerra. La guerra es un crimen contra la humanidad. Cuando esta alcanza la dimensión de genocidio, de limpieza étnica, como está sucediendo ahora en Palestina, su deshumanización nos lleva a un territorio que va más allá del horror. Efectivamente, ya no hay palabras para describir lo que está pasando. Las imágenes hablan por sí solas. Solo nos queda el estupor y la indignación.
Sin embargo, no parece ser suficiente el martirio infligido al pueblo palestino en su conjunto, indiscriminadamente, cruelmente, vengativamente, para producir una reacción unánime que ponga fin a la masacre. Por el contrario, se nos reserva la segunda dosis de asombro y rabia ante el desfile de máximos mandatarios internacionales postrándose ante quienes ordenan y ejecutan las matanzas en Palestina. Todos esos representantes políticos no solo son cómplices, son corresponsables de un genocidio. Porque además de no censurarlo o impedir su realización, la justifican, en aras de un supuesto derecho a la defensa que excede todos los límites civilizatorios.
Estos representantes internacionales de la Unión Europea y Estados Unidos avalan irresponsablemente al Gobierno de un país que está ejerciendo terrorismo de Estado sobre la población civil de Palestina, hasta el punto de que más de la mitad de las muertes provocadas por los bombardeos corresponden a niños y niñas. Pero ni siquiera este dato resulta suficientemente significativo como para variar ni un ápice la política de apoyo incondicional europea a un Gobierno criminal.
Se conforman con intentar tapar sus vergüenzas esbozando una mueca de gesto humanitario hueco e insuficiente para las personas huidas, expulsadas de sus lugares de vida por una violencia extrema. Efectivamente, a lo máximo que aspiran es a proponer con la boca pequeña un llamado “alto el fuego humanitario” limitado a unos días para socorrer mínimamente sobre cifras ridículas al millón y medio de civiles que malviven aterrorizados. Así, de alto el fuego humanitario a alto el fuego humanitario tiro la próxima bomba porque me toca el privilegio del exterminio, con el dado sobre un tablero siempre favorable para infligir la muerte con impunidad bombardera.
Impresionante documento el de la descomposición tolerada y normalizada de los fundamentos éticos básicos por los que supuestamente se regían nuestras sociedades posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El ‘nunca más’ de Auschwitz cayó en el olvido en Bosnia, y hoy, de forma descarnada, en Gaza. Limpieza étnica, deportación, traslados forzosos de poblaciones, crímenes de lesa humanidad, genocidio. Palabras de grueso calibre que describen perfectamente lo que está infligiendo el Estado de Israel al pueblo palestino.
Las que fueron víctimas del nazismo son hoy victimarios de la población civil palestina. El gueto de Varsovia del pasado es el gueto de Gaza del presente. Y la llamada Comunidad, Internacional haciéndoles la ola, abrazando a los gobernantes perpetradores y comunicándoles su apoyo fiel e inquebrantable.
Hacía mucho tiempo que no se evidenciaba tanto la distancia existente entre la posición adoptada por esta jauría política e institucional y las gentes, pueblos y países a los que pretenden representar. La indignación suscitada por las imágenes de destrucción y muerte de estos días se incrementa doblemente ante las declaraciones solemnes de alineación total de los mandatarios europeos con el Gobierno del principal agresor en este conflicto, tanto en el presente como en el pasado.
La única ayuda humanitaria válida es decretar el alto al fuego permanente; cesar los bombardeos contra la población civil. Todos los actores internacionales debieran imponerlo. Hay legislación y medios que lo avalan y posibilitan. ¿Por qué no lo hacen? Porque no interesa a las superpotencias que tutelan los organismos internacionales, vetando la capacidad de actuación (...)
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