Gustavo Duch 1/11/2023
En 1948, año del inicio de la Nakba, las personas e instituciones judías eran propietarias de alrededor del 6,5% de las tierras fértiles, mientras que la población palestina poseía casi el 90%. En apenas 70 años, la situación se ha invertido
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La agricultura de Israel es reconocida en todo el mundo como puntera tecnológicamente. Se elogia el ingenio que han desarrollado para hacer productivo un territorio mayoritariamente desértico a partir de grandes infraestructuras de canalización de agua, desalinización, riego por goteo o semillas modificadas. De esta manera, Israel es capaz de exportar a otros países cítricos, piñas, aguacates, dátiles o patatas. Es frecuente ver en nuestros supermercados sacos de patatas nuevas con su etiqueta que certifica que proceden de Israel. En todo el país, unas 15.000 hectáreas son dedicadas al cultivo de este tubérculo consiguiendo producciones de unas 500.000 toneladas al año, de las cuales, aproximadamente una cuarta parte se dedica a dicha exportación. Solo las exportaciones de patatas de Israel a España supusieron un negocio para las empresas israelíes superior a los 11 millones de euros, según datos del Ministerio de Agricultura.
Así se entiende la preocupación que manifiestan los empresarios de este sector, pues ahora que se inicia la temporada de siembra de patatas, muchas de esas hectáreas productivas están perturbadas por la guerra. Hevel Ma'on, una de las cooperativas afectadas, explica que empacan 120.000 toneladas de patatas cada año de las cuales exportan el 50% a Europa. A mediados de octubre se inició la siembra gracias a la protección del ejército.
¿Todo gracias al ingenio y la tecnología? Esta colaboración del ejército con la agricultura, no es anecdótica, el análisis que ofrece la organización GRAIN explica cómo de profundos son los vínculos entre la agroindustria israelí y su industria militar. “La agricultura de este país es producto de décadas de una violenta ocupación militar de tierras palestinas y de la opresión del pueblo palestino por parte de su ejército. Las empresas de agronegocios israelíes fueron moldeadas por este contexto y continúan beneficiándose de él”.
Y finalmente ¿cómo todas estas estrategias de colonización agraria consiguen sus beneficios comerciales? ¿Por qué las patatas de Israel cultivadas en tierras palestinas llegan a España, país productor de patatas? Es otra muestra de la complicidad de la UE en este conflicto. La base jurídica de las relaciones comerciales de la UE con Israel es el Acuerdo de Asociación UE-Israel, que entró en vigor en junio de 2000, y que establece la creación progresiva de una zona de libre comercio entre ambos socios. El objetivo de este acuerdo es proporcionar un marco adecuado para el diálogo político y la cooperación económica entre la UE e Israel.
En definitiva, un abanico de fórmulas y métodos diseñados para socavar la soberanía alimentaria de todo un pueblo, el palestino y, que hasta el momento del exterminio que está sucediendo durante estos días, ya obligaba a más de un 77% de la población de Gaza a depender de la ayuda alimentaria, según cifras de FIAN internacional. Una parte de esta “ayuda” proviene de fondos de la propia UE en un ejercicio hipócrita que solo podemos entender como lavado de imagen.
¿Es todo este know how lo que hay detrás de los acuerdos agromilitares que Israel va replicando en Vietnam, Sudán del Sur, India, Angola, Filipinas o, como decíamos al principio del artículo, en Nagorno Karabaj? La reflexión de Gustavo Petro, presidente de Colombia, refleja la misma idea: “Lo que el poder militar bárbaro del norte ha desencadenado sobre el pueblo palestino es la antesala de lo que desencadenará sobre todos los pueblos del sur (...)”.
La resistencia de Palestina es la resistencia de todos los pueblos que desean vivir en paz en su tierra y de su tierra. Movimientos como el BDS, Boicot, Desinversión, Sanciones liderado por el pueblo palestino, extendido por todo el mundo e inspirado en el movimiento anti-apartheid sudafricano, nos interpela a todas con sus denuncias y sus llamados a implicarnos en acciones de presión y solidaridad.
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