jueves, 2 de noviembre de 2023

El Salto. HISTORIA. El Bund: los socialistas judíos que no amaban el sionismo, de DIEGO DÍAZ

Diego Díaz es historiador y redactor de Nortes.me

29 OCT 2023

Defensores del idioma yidis, organizaron al proletariado judío para luchar por sus derechos, combatieron al zarismo y el nazismo, y desconfiaron de las bondades del nuevo estado de Israel.

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Bundistas neoyorkinos en 1932.


En 1897 nacía en Vilna, Lituania, la “Unión General de los Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia”. Impulsada por jóvenes obreros e intelectuales, el Bund era un movimiento laico que luchaba por la transformación del Imperio Ruso en una federación democrática, socialista y plurinacional. Una república gobernada por los trabajadores y los campesinos, en la que los judíos y el resto de pueblos y nacionalidades del imperio se verían liberadas de todas las formas de opresión y discriminación. Para el Bund el fin de la autocracia zarista permitiría a los judíos convertirse por fin en ciudadanos libres e iguales, pero sin renunciar por ello a su especificidad, a su identidad y a su cultura.

Las ideas socialistas y nacionalistas vivían un periodo de expansión en la Rusia de Nicolás II, y muchos obreros e intelectuales judíos se sentían interpelados por ellas. Su anhelo era aunar la lucha por la liberación social con la lucha por la liberación nacional. Se sentían miembros de una clase explotada, pero también de una minoría cultural discriminada, que hablaba una lengua, el yidis, marginada. De ahí que el Bund se definiera como “el partido de los más oprimidos de todos los oprimidos”.

Con una gran masa de obreros y artesanos, los bundistas estaban convencidos de que la creación de una organización autónoma de trabajadores era la forma más eficaz de contribuir a la expansión del socialismo en la comunidad judía. Más de la mitad de la población judía europea vivía a principios del siglo XX en el Imperio Ruso. A diferencia de Europa Occidental, donde los judíos habían experimentado con el avance de la revolución liberal una progresiva eliminación de discriminaciones legales y sociales que habían favorecido su asimilación cultural, en Europa Oriental un antisemitismo social e institucional asfixiante mantenía la marginación de los judíos en una comunidad segregada. Los periódicos progroms, linchamientos colectivos de judíos, generalmente con la complicidad de los funcionarios zaristas, eran la expresión más radical de este antisemitismo que llevaría a muchos judíos a emigrar, no a Palestina, sino a EE UU y América del Sur.

Relativamente apartados del resto de la sociedad, los judíos orientales se habían reafirmado en su identidad colectiva, una identidad que tenía diferentes expresiones culturales más allá de la religión. La más importante de ellas el yidis, una lengua de origen medieval, derivada del tronco lingüístico del alemán, pero con influencias hebreas y eslavas. El Bund apostaría por hacer del yidis, y no la religión, el gran elemento identitario de los judíos del Imperio Ruso. Frente a la rusificación forzada que el zarismo imponía a todos los pueblos, y la apuesta sionista por recuperar el hebreo, la lengua de la religión, pero sin hablantes en la vida cotidiana, los bundistas defendían el derecho a una educación en yidis, así como a usar y cultivar esta lengua en todos los ámbitos de la vida social. Consecuentemente también su propaganda y agitación se haría en esta lengua popular, que fomentarían a través de la enseñanza no formal, la prensa, la literatura y el teatro.

A diferencia de los sionistas, los bundistas no abogaban por emigrar a otra parte para construir un Estado étnico judío, sino por quedarse a luchar por una sociedad democrática, socialista y plurinacional. En consecuencia con esta idea no exclusivista, defenderían una política de alianzas con el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Los socialdemócratas reconocerían al Bund como un partido autónomo integrado dentro del POSDR, y este pondría su importante militancia al servicio del incipiente socialismo ruso. No obstante, esta convivencia no estaría exenta de tensiones, y entre 1903 y 1906 el Bund llegaría a separarse del movimiento socialdemócrata ruso por diferencias organizativas y estratégicas. La ruptura se produciría en unos años clave para el Imperio Ruso en los que va a tener lugar la fallida revolución de 1905 y los grandes progroms que acaban con la vida de más de 2.000 miembros de la comunidad judía.

(...) Tras el triunfo de los bolcheviques en la contienda, la Unión Soviética combinaría la represión religiosa con el reconocimiento del yidis y de los judíos como minoría cultural. Eliminaría las discriminaciones legales vigentes bajo el zarismo, que limitaban su capacidad de movimientos, así como de desempeñar ciertos oficios, e incluso patrocinaría la migración a partir de 1928 a la Región Autónoma Judía de Birobidzhan, en el extremo Oriente, cerca de la frontera con China. El territorio, constituido como República en 1934, tenía como lenguas oficiales el ruso y el yidis, pero no lograría atraer a la gran mayoría de judíos, que siguieron habitando en la zona occidental de Rusia. No obstante, durante un tiempo Birobidzhan se convertiría en la alternativa propagandística soviética al sionismo, llegando incluso a atraer a algunos judíos procedentes de EE UU y de Palestina.

(...) Tras la Segunda Guerra Mundial buena parte de los resistentes judíos que habían sobrevivido al nazismo optaron por emigrar a Palestina. Algunos de ellos sin embargo, como el bundista Mark Edelman, uno de los dirigentes del levantamiento del gueto de Varsovia, optaron por permanecer en un país que también consideraban suyo y a cuya reconstrucción esperaban contribuir.

En la Polonia de postguerra la vida orgánica del Bund, aliado a los comunistas, se prolongaría por un corto periodo de tiempo hasta su completa absorción por el Partido Obrero Polaco, convertido desde 1948 en la práctica en el partido único de la nueva república popular.

(...) El impacto del Holocausto y la devastación producida por la guerra lo cambiarían todo. Tras el genocidio cometido en Europa muchos judíos de todo el mundo se inclinarían por el sionismo y pasarían a ver con buenos ojos la creación de un estado étnico en Palestina. Las ideas plurinacionales del Bund se encontraban pues en retroceso en 1948, cuando el movimiento celebró en Nueva York su Congreso Mundial para discutir su posición con respecto a la fundación del Estado de Israel.

El Congreso, sin atacar a Israel, condenaba los nacionalismos chovinistas, lamentaba la creación de un estado homogéneo judío, y no de un sólo estado binacional, árabe-judío, a partir de la ex colonia británica. Un estado democrático y secular en el que ambas nacionalidades pudieran convivir de manera pacífica. El movimiento advertía contra la tendencia del sionismo a “movilizar todo y a todos solamente para Israel”, así como a “monopolizar la vida judía”, estableciendo una identificación totalitaria entre identidad judía y sionismo. Un nuevo Congreso, celebrado en 1955 en Montreal abogaría por el fin de la discriminación a los árabes de Israel, la detención de la expansión territorial israelí, la búsqueda de una solución justa al problema de los refugiados palestinos, y el fomento del yidis en Israel, que había hecho del hebreo su idioma oficial. Sería el canto del cisne de un movimiento que iba perdiendo pie en las nuevas generaciones de judíos de la diáspora.



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