jueves, 30 de julio de 2020

ctxt. Confinamientos 2.0. ¿Dónde está la Salud Pública?

Marchas de la Dignidad Granada · ctxt.es    Joan Benach     22/07/2020
Realizar encierros extremos sólo puede servir como “solución final”. En España ha sido la alternativa a una salud pública enormemente débil, sin capacidad para vigilar, educar, prevenir y actuar


La pandemia ha mostrado nuestra radical fragilidad como especie, pero también numerosas insuficiencias e hipocresías sociales. Hemos visto el trabajo “esencial”, pero enormemente precarizado, de muchas mujeres, migrantes, obreros y jóvenes en el área de cuidados, el comercio o la industria alimentaria cuyos trabajos antes se etiquetaron de “poco cualificados” para así justificar unos sueldos muy bajos y unas malas condiciones de trabajo. La pandemia ha revelado también la crucial importancia de la sanidad pública y de sus profesionales. Pero no basta con que éstos reciban aplausos y premios, o escuchar hipócritamente que son “héroes”, o que la sanidad es muy importante; las palabras valen de muy poco si no se convierten en hechos. Para ello, hay que transformar profundamente una sanidad pública subfinanciada, recortada, mercantilizada, hospitalocéntrica y medicalizada, en una sanidad construida en torno a la atención primaria y comunitaria, los servicios sociales, y una atención centrada en la integralidad psicobioecosocial humana y menos en la biomedicina y la tecnología. Si los actuales servicios sociosanitarios públicos son débiles, ¿qué decir de la Salud Pública? Recordémoslo las veces que sea necesario: la “Salud Pública” no es lo mismo que la “Sanidad Pública”. Ésta última trata de diagnosticar, curar o rehabilitar las posibles secuelas de enfermedades como la covid-19 o tantas otras, así como también ayudar al bien morir. En cambio, la salud pública tiene como objetivo prevenir la enfermedad, así como proteger, promover y restaurar la salud de toda la población. Unos pocos ejemplos de esa ingente e imprescindible tarea son la necesidad de mejorar la salud del medio laboral, la salud ambiental o la salud mental, el construir una potente y efectiva red de vigilancia epidemiológica, o actuar eficazmente ante los determinantes sociales de la salud para así reducir las desigualdades. Sin embargo, para hacer frente a objetivos de tanta importancia y dificultad, los recursos actuales de la salud pública son ínfimos y su visibilidad social casi inexistente. ¿Por qué? Por una parte, porque tenemos una salud pública débil, desmantelada y nunca desarrollada, cuya financiación es muy escasa. Pensemos que en nuestro medio los recursos de salud pública apenas si representan menos del 2% del presupuesto de salud (y buena parte de ellos se destinan a las vacunas), y que la formación y número de especialistas disponibles es muy limitado. Por otro lado, la salud pública tiene poca visibilidad, ya que uno de sus objetivos fundamentales es analizar y prevenir problemas cuyo impacto no es inmediato. Cuando aparecen nuevos brotes se tienden a generar acciones “curativas”, perceptibles y necesarias, como aumentar el número de camas, la disponibilidad de plazas en las UCIs, o crear hospitales de campaña. Sin embargo, muchas acciones esenciales de salud pública no ofrecen ganancias económicas, políticas o sanitarias directas y tangibles, por lo que con gran frecuencia quedan injustamente olvidadas o pospuestas. ¿Es eso sensato? Si alguien señalara que limpiar un bosque o disponer de un parque bien equipado de bomberos no es algo rentable porque en este momento no hay incendios, eso podría parecernos un sinsentido (...)

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