Neuropolítica
y populismo fascista. Condicionamiento neurológico del
comportamiento del consumidor y del votante ¿Qué quedará de la
democracia bajo el condicionamiento neurótico?
Vivimos desde hace décadas en la postmodernidad. Vaya usted a saber el significado profundo de tal concepto. Más o menos sabemos
que a través del prefijo post- se pretende configurar un espacio
histórico donde el capitalismo ha ganado todas las batallas y ya no
tiene ninguna alternativa ideológica que dispute su hegemonía
indiscutible. Se viene hablando de posmodernidad desde la caída del Muro
de Berlín y la implosión del modelo soviético a finales de la década de
los 80 del pasado siglo.
A principios del siglo XXI se empieza a hablar de neuromarketing, una
nueva ciencia que aplica los conocimientos neurológicos para medir las
actividades químicas, eléctricas, psicológicas y biológicas que se
producen en el sistema nervioso y el cerebro de personas sanas ante
estímulos de muy diferente signo: ambientales, culturales, sociales,
psíquicos y de marketing. El neuromarketing quiere saber por qué
compramos lo que compramos y de qué modo pueden modificarse o alterarse
las conductas de cualquier consumidor mediante técnicas de propaganda o
publicidad implementadas a tal efecto.
El impulso de la nueva disciplina vino de la mano de los estudios del neurólogo Antonio Damasio el cual estableció un nuevo paradigma de consumo: primero nos emocionamos ante un estímulo externo (que almacenamos en la memoria para futuros eventos similares), esa motivación casi instintiva o irracional nos lleva a actuar (comprar, hacer, ¿votar?) y tras ese proceso, pensamos en la secuencia y sus resultados para evaluar lo que hemos llevado a cabo casi de forma automática o inconsciente. De alguna manera, Damasio enmendaba la teoría de la famosa pirámide de Abraham Maslow que preconizaba la satisfacción de diferentes necesidades humanas desde una base de actos de supervivencia a una cúspide de eventos de carácter moral o ético. Entre medias, otros tres escalones que iban satisfaciéndose paulatinamente, esto es, lo primero era comer y a partir de ahí las necesidades se iban convirtiendo en demandas más cualitativas y racionales. El esquema de Maslow se iniciaba con la detección de la necesidad concreta, pasando después a la búsqueda de la solución correcta y concluyendo en el aprendizaje y la memorización de la secuencia descrita. (…)
El impulso de la nueva disciplina vino de la mano de los estudios del neurólogo Antonio Damasio el cual estableció un nuevo paradigma de consumo: primero nos emocionamos ante un estímulo externo (que almacenamos en la memoria para futuros eventos similares), esa motivación casi instintiva o irracional nos lleva a actuar (comprar, hacer, ¿votar?) y tras ese proceso, pensamos en la secuencia y sus resultados para evaluar lo que hemos llevado a cabo casi de forma automática o inconsciente. De alguna manera, Damasio enmendaba la teoría de la famosa pirámide de Abraham Maslow que preconizaba la satisfacción de diferentes necesidades humanas desde una base de actos de supervivencia a una cúspide de eventos de carácter moral o ético. Entre medias, otros tres escalones que iban satisfaciéndose paulatinamente, esto es, lo primero era comer y a partir de ahí las necesidades se iban convirtiendo en demandas más cualitativas y racionales. El esquema de Maslow se iniciaba con la detección de la necesidad concreta, pasando después a la búsqueda de la solución correcta y concluyendo en el aprendizaje y la memorización de la secuencia descrita. (…)
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