Por eso, porque te conozco desde hace tanto tiempo y creía conocer tu mentalidad abierta y tu hacer responsable y exigente, me ha sorprendido, y decepcionado, tropezarme, sin quererlo ni buscarlo, con un escrito (hispanidad.com) y un tweet tuyos, en los que abogas por darles a las Fuerzas Armadas un papel que, a estas alturas, todos sabemos que no le corresponde. Dices en ellos: “Pregunto hasta qué punto las FAS deberían asistir impávidas al desguace del Estado y las reiteradas afrentas a su Mando Supremo, hechas desde un Gobierno salido de una investidura ilegítima de origen, y con una praxis que roza la ilegitimidad de ejercicio”.
En que te parezca el actual Gobierno “salido de una investidura ilegítima, con una praxis que roza la ilegitimidad de ejercicio” y en que creas que está “desguazando al Estado”, no entro. Son opiniones partidistas y cada uno tiene las suyas y el derecho a expresarlas. Pero preguntarse “hasta qué punto las Fuerzas Armadas deben asistir impávidas (es decir, sin hacer nada)” es ya harina de otro costal. No hay nada que preguntarse, ni desde las Fuerzas Armadas ni desde fuera de ellas, ni desde ese limbo que constituimos los militares retirados, que ya no somos administrativamente militares, pero seguimos sintiéndonos militares (...)
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