Por la dialéctica de las cosas de la pandemia, los ayuntamientos de las ciudades se han lanzado a premiar a los bares con espacio tomado a los automóviles. De unas formas u otras, todas las ciudades han restringido el tráfico y llenado parte de las calles o aparcamientos con terrazas. En Barcelona lo han hecho mediante planes más o menos discutibles (los arquitectos lo critican, no sabemos cuánto porque no se les ha encargado a ellos), pero en las demás ciudades ha sido simplemente mediante un criterio de dar más espacio a las terrazas, Madrid, como siempre, sin más criterio que el comercial. El caso es que la pandemia podría ser una ocasión magnífica para rediseñar la ciudad, aunque solo fuera dividiendo las calles: una para el tráfico, otra para los peatones, lo que haría algo más vivibles a nuestras ciudades. Está bien que se ocupen de terrazas, mejor que de coches, pero aún mejor si hay espacio para que los niños correteen sin peligro, que haya espacios que permitan a los niños salir de casa a jugar.
Ciudad y utopía, para bien y para mal, han estado siempre unidas (muchos de nuestros infiernos fueron otrora utopías de arquitectos). Es un momento para recuperar un impulso utópico de reconquista del espacio público no mecánico.
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OTRA COSA: Otoño Geológico en Sobrarbe-Pirineos 2020
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