La cineasta grabó en Libia, en Beni Walid, donde las mafias hacen prisioneros
y torturan a los migrantes en su ruta hacia el Mediterráneo, para mostrar
al mundo rico el infierno del que huyen miles de seres humanos.
La película Cartas mojadas pretende llegar al Parlamento Europeo.
"Sabemos dónde están torturando a las personas en Libia, ¿por qué no
interviene la ONU?"
Paula Palacios ha estado en el infierno. A 170 kilómetros de Trípoli,
en Beni Walid, uno de los puntos clave y más peligrosos de la 'ruta
de Libia' de los migrantes hacia el Mediterráneo central. "A lo mejor
en Europa alguien ha contado las atrocidades que hemos sufrido,
pero, de ser así, no le han creído. Porque si no, no nos devolverían
de vuelta al infierno".
Es la voz de una niña muerta que resuena desde el fondo del Mediterráneo
y va narrando en Cartas mojadas la verdadera experiencia de la
migración de miles de personas. Aterradora, insoportable y una de las
vergüenzas más grandes del mundo rico, después del horror del Holocausto.
"Me cogían cada mañana y me colgaban. Me daban descargas eléctricas
en los pies. Me pegaban con un hierro. Un día uno intentó violarme.
Estaba embarazada. Cogió el hierro y me golpeó en la tripa. Empecé a
sangrar y perdí a mi bebé", dice una mujer que estuvo prisionera en una
de las 'casas de conexión' libias.
"Sabemos dónde están torturando a las personas en Libia, ¿por qué no
interviene la ONU?" se pregunta Paula Palacios, que dedicó cinco años
a esta película documental y tres años –de 2016 a 2018– al rodaje, parte
ONG española –decenas de personas exhaustas, un hombre y dos bebés
muertos– sirve a la cineasta para mostrar al mundo lo que sucede en el
Mediterráneo central. Premio del Público en el Festival de Málaga, la película
verdadero objetivo es el Parlamento Europeo
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