Sebastiaan Faber 20/07/2023
En la lucha contra el fascismo, España e Italia han tenido trayectorias históricas, diríase, opuestas. Al fin y al cabo, Benito Mussolini murió fusilado por los partisanos treinta años antes de que Franco falleciera en la cama. Hoy, sin embargo, los dos países son más parecidos de lo que ese dato indicaría. Irónicamente, la misma Italia que derrotó al fascismo en 1945 ha sido pionera en su blanqueamiento, gracias en gran parte a Silvio Berlusconi, el magnate mediático e industrial que entró en política en los años noventa para evitar que el sistema judicial le persiguiera por sus vínculos con la mafia. Berlusconi murió en junio, pero su nefasto legado persiste a todos los niveles –incluido el gobierno nacional, que desde el otoño pasado está en manos de la ultraderechista Giorgia Meloni–.
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Esta Italia puede ser un espejo de que lo que le espera a España, nos advierte la periodista Alba Sidera en Fascismo persistente (Escritos Contextatarios, 2023), una versión traducida, condensada y actualizada de su Feixisme persistent (Saldonar, 2020). El libro analiza en detalle el auge de una extrema derecha italiana ya plenamente normalizada en un contexto europeo cada vez más tolerante con las ideas (neo)fascistas. Como escribe Miquel Ramos en el prólogo, Sidera cuenta “cómo fue desvaneciéndose ese supuesto antifascismo de las democracias europeas que nos decían que nos blindaba tras el Holocausto… Ya no asusta el fascismo, y ya no vende la alerta antifascista que algunos políticos de izquierdas tratan de usar como reclamo del voto ante el inexorable avance de la extrema derecha”.
Alba Sidera (Girona, 1979) lleva casi dos décadas en Roma, desde donde hablamos por videoconferencia a mediados de julio en un castellano salpicado de italianismos y algún otro giro en catalán.
La primera edición de su libro salió hace tres años. Lo ocurrido desde entonces en ambos países parece confirmar su idea de que el presente político italiano prefigura el futuro de España. Ahora que la derecha y ultraderecha españolas parecen estar plenamente “italianizadas”, ¿sigue habiendo algo que España pueda aprender de Italia? Quiero decir, ¿ya están a la misma altura?
No creo que lo estén todavía. Se suele decir que Italia es el laboratorio político de Europa. No por manida la expresión deja de ser verdadera. No olvidemos que el propio Steve Bannon, el arquitecto del trumpismo, vino a Italia para seguir la campaña electoral de 2018 nada menos que ¡en la sede de la Lega de Matteo Salvini! Fue Bannon quien quiso que se hiciera el pacto entre Salvini y el Cinco Estrellas de Beppe Grillo, que se hizo realidad. Ahora bien, en ese entonces, Bannon intentó que se sumara también Meloni. Fue ella la que no quiso porque tenía una estrategia más a largo plazo.
Y le ha sacado rendimiento: hoy preside el Gobierno.
Exacto. En ese sentido, diría que Italia sigue yendo unos años por delante de España en la normalización del fascismo y de la extrema derecha.
Explica en el libro que, cuando usted llegó a Italia hace casi veinte años, ya le chocó esa normalización, que en ese entonces habría sido impensable en España.
En España, el blanqueamiento del fascismo ha sido mucho más reciente, sobre todo por la irrupción de Vox. Pero también ha influido mucho la coyuntura internacional, que ha visto un desplazamiento masivo hacia la derecha del sentido común político. En Italia comenzó hace tres décadas.
Señala sin tapujos la complicidad de los medios italianos en este proceso, no solo los muchos medios controlados por Silvio Berlusconi, sino también de los medios supuestamente progresistas. Por más obvia que sea esa complicidad, ¿no cree que seguir hablando del papel de los medios, a estas alturas, puede servir como una disculpa para no abordar un análisis político más profundo? ¿Realmente son la raíz del problema?
Para mí su responsabilidad queda fuera de toda duda. Desde los años noventa, Berlusconi fue el gran blanqueador de la extrema derecha. Berlusconi controlaba –y lo sigue haciendo su familia– no solo la casi totalidad de los medios privados en Italia, sino que, una vez que se hizo con el gobierno, también tenía el control de los medios públicos. La RAI de hoy no tiene nada que ver con lo que era antes de su berlusconización. Los medios ayudan a construir los marcos mentales de la ciudadanía, la forma en que la sociedad se percibe a sí misma. Y en Italia, esto ha incluido de forma prominente la persistente banalización de ideas y actitudes fascistas. Del pasado y del presente (...)
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