4/8/23 C. Carbonell Coalición Prou Complicitat amb Israel (CPCI)
Ha pasado un mes del asalto de las fuerzas de ocupación israelí al campo de personas refugiadas palestinas de Jenín. Sí, fue un asalto militar y sí, fue en contra de la población civil palestina que reside en un campo de refugiados desde 1948, cuando fueron expulsadas a la fuerza de sus casas. El campo de personas refugiadas de Jenin se fundó en 1953. La mayoría de la población que lo habita son personas refugiadas, desplazadas y sus descendientes de la región Carmel de Haifa y de la montaña del Carmen, hoy territorio israelí. En 1948, tras la Nakba (palabra árabe que significa ‘catástrofe’, para referirse a la creación del estado de Israel en tierras palestinas), algunas familias palestinas abandonaron su tierra por mar o cruzando fronteras, buscando refugio en los países más cercanos, como el Líbano o Jordania; otras familias huyeron en autobús hacia Jenin, donde siguen residiendo en la actualidad, esperando que su derecho al retorno se haga efectivo, según la resolución 194 aprobada por las Naciones Unidas en diciembre de 1948.
En el ataque del pasado 3 de julio de este año, 12 personas palestinas de entre 16 y 26 años fueron asesinadas por soldados israelíes, resultado de una ofensiva que duró más de 48 horas. El silencio, la normalización y la simplificación de los ataques constantes en Palestina, así como el número de muertes que sube casi cada día, se ha apoderado de nuestra cotidianidad, lo que nos aleja completamente de la realidad que vive el pueblo palestino, frecuentemente etiquetado como “terrorista”.
Los ejemplos son muchos. Cuando la ofensiva de Jenin seguía, los medios se llenaron de imágenes del ataque violento de un palestino armado en Tel Aviv, desviando y descontextualizando la noticia de lo que seguía pasando a pocos kilómetros del lugar. El asalto de Jenin o el bombardeo de Gaza durante siete días del mes de mayo no se pueden entender sin aludir al hecho que forman parte de la estrategia del proceso de limpieza étnica y genocidio continúo iniciado en 1948 por Israel, con la voluntad de reducir y aniquilar a la población palestina. De la misma manera, el ataque palestino en Tel Aviv no se puede entender fuera de este marco.
Tras estos hechos, el periodista y poeta palestino Mohammed El Kurd, que vive en el barrio de Sheikh Jarrah de Jerusalén, denunció: “cada vez que una persona palestina decide cometer un acto violento de resistencia, aparece en los titulares que dan la vuelta al mundo. No obstante, si asesinan a una persona palestina no será reflejado en los medios. Nos han dicho y repetido tantas veces que la muerte de las personas palestinas se ha normalizado y que no pasa nada, siempre y cuando se haya cometido por parte de una persona que lleva uniforme, que actúa bajo un protocolo y se financia de manera global.”
Solo en 2023, 205 personas palestinas han sido asesinadas a manos de soldados uniformados israelíes, haciendo de este año el más sangriento desde hace décadas en Cisjordania. Las ciudades más afectadas por esta escalada de la violencia son Jenin, con 64 personas asesinadas, y Nablus, con 46. Los números no son casuales ni arbitrarios, históricamente ambas ciudades han sido las más castigadas por las fuerzas de la ocupación israelí por ser el corazón de la resistencia palestina que lucha a diario para sobrevivir. Los ataques en Jenin no son excepcionales, sino que se han convertido en asaltos constantes contra la población de 15.000 personas palestinas, que residen en una pequeña y sobrepoblada superficie de 35 kilómetros cuadrados y que duermen siempre con un ojo abierto por lo que saben, por experiencia, que puede pasar.
Dada la invisibilización que vive el pueblo palestino en los medios internacionales, es importante contextualizar y entender cómo afectan e impactan estos ataques. Si bien la falta de representación y de voces palestinas es una realidad en los medios, y en muchas ocasiones imposibilitadas para explicar en primera persona lo que están viviendo, se debe denunciar el trato diferencial, discriminatorio e invisibilizador que viven las personas palestinas que cuentan sus muertes en plural, sin nombres y apellidos, sin entender el impacto que genera en sus barrios, en su comunidad, que no tiene ni tiempo para recuperarse de los continuados duelos.
Por ello, los sucesos en Palestina no se pueden simplificar, sino que se deben entender en el contexto donde suceden y en la manera cómo se desarrollan. Por eso, es básico explicar lo que sucedió en Jenin (y sigue pasando a diario), para acercaros a la lógica del aparato colonial y de apartheid que impera en Palestina y que se aplica de manera cotidiana en cada aspecto de la vida del pueblo palestino, ocupando su tierra, pero también su vida cotidiana.
A primera hora de la mañana cortan la electricidad y el agua en todo el campo, un corte que dura más de 48 horas. En este momento, varios comandos militares de las fuerzas de la ocupación israelí entran en el campo, atacando por aire, a través de drones que lanzan explosivos, y por tierra, abriendo fuego contra el campo; ayudadas por una excavadora que a su paso destruye las estrechas calles del lugar. Desde el momento que empieza el ataque, los tiros y los bombardeos siguen durante 48 horas.
En las primeras horas del asalto, ocho personas palestinas son asesinadas y más de 50 son heridas. En el momento que las personas heridas buscan refugio y asistencia, las fuerzas de ocupación desplegadas en el campo obstaculizan el paso de ambulancias para socorrerlas, dejando que algunas de ellas mueran desangradas: 10 personas más son asesinadas y más de un centenar son heridas. Las ambulancias, que consiguen socorrer a algunas de las heridas y se dirigen de inmediato al hospital más cercano, se encuentran con las carreteras obstaculizadas por jeeps israelíes. Las personas que no logran llegar a una ambulancia, se dirigen a pie al hospital. Y es entonces cuando los soldados deciden atacar, lanzando gases lacrimógenos contra aquellas personas que intentaban acceder al hospital. Se producen heridas por inhalación de gas. Jenin se convierte en un campo de batalla. En este contexto, es importante no desnaturalizar que se trata de un campo de refugiados, dado que es un espacio habitado por civiles que durante el ataque estuvieron encerrados en sus hogares, buscando refugio.
(...) El contexto es importante, ya que la narrativa colonial israelí también se fundamenta en colonizar el lenguaje mediático, que se usa y normaliza a la hora de hablar de Palestina y de lo que en ella sucede: “conflicto”, “guerra” y “terrorismo”, son términos que se usan a menudo. La situación en Palestina no es un conflicto de igual a igual, se trata de una potencia colonial y militar contra el pueblo palestino que tiene el derecho de protegerse y defenderse.
(...) Mohammed El Kurd sentenciaba: “Nos están eliminando en tiempo real, ahora. Estamos desapareciendo. Nuestras comunidades están rodeadas por colonias, puestos militares y departamentos de policía. Nuestras propiedades están construidas unas encima de las otras. Mientras tanto, los asentamientos de judíos se expanden y crecen cada día que pasa. Mientras tanto, las carreteras, solo para judíos, siguen ocupando nuestro territorio y éste debería ser el centro del debate.” (...)
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