viernes, 18 de agosto de 2023

CTXT. ¿La policía contra la República?. Por Didier Fassin (AOC)

 Por Didier Fassin (AOC)  17/07/2023


En el Gobierno francés tienen miedo de sus cuerpos de seguridad porque ya no estamos en un sistema en el que esas fuerzas obedecen a su ejecutivo, sino en el que este se doblega ante ellas


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Agente de la policía francesa con una de las armas utilizadas para disolver las protestas. / YouTube (ARTE.tv Documentales)


Es el momento de la verdad. Un momento de la verdad para la policía, pero también para los que están en el poder.

Dos importantes sindicatos, Alliance y Unsa-Police, que representan a más de la mitad de los policías, han hecho público un comunicado, en un contexto de desórdenes urbanos a raíz del asesinato perpetrado por uno de sus miembros, en el que se declaran “en guerra” contra los jóvenes a los que llaman “parásitos” a los que hay que “neutralizar”, y se declaran “en resistencia” si el gobierno no pone en marcha “medidas concretas” consistentes en ampliar aún más sus prerrogativas, proporcionarles una protección jurídica más amplia y exigir que la justicia trate con más severidad a los alborotadores.

Sabemos que algunos policías llaman “bastardos” a los jóvenes racistas. Ahora los llaman “parásitos”. Recordemos que, hace dos años, el secretario general de Alianza declaró que “el problema de la policía es la justicia”. Hoy, su problema es el gobierno. Ante las reacciones de los medios de comunicación y de los políticos de izquierdas, los dos sindicatos ofrecieron una poco convincente “explicación del texto para tontos”, en la que se presentaban como defensores de los “valores de la República”, al tiempo que reiteraban el uso del término “parásitos”. Afirman ser “víctimas” de la estigmatización, como hacen cada vez que se ponen de manifiesto y se cuestionan las prácticas violentas y discriminatorias de algunos de ellos.

Ante esta deshumanización de los ciudadanos franceses y esta amenaza de sedición, el presidente, garante de las instituciones de la V República y rápido en querer castigar a los padres de los niños que delinquen, calla. La primera ministra, Élisabeth Borne, que acusa a France Insoumise de “no pertenecer al campo republicano”, no encuentra nada contrario a la república en los discursos intimidatorios contra el Gobierno que dirige. El ministro de Justicia, Éric Dupond-Moretti, poseedor del “sello oficial de la República”, pide una respuesta “firme, rápida y sistemática” de la Fiscalía contra los alborotadores que rompen escaparates, pero mira para otro lado cuando las fuerzas del orden atacan la independencia de los jueces. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, que debe velar por el “mantenimiento y la cohesión de las instituciones” de la República, se limitó a responder que “no está aquí para discutir”. En cuanto al ministro de Educación, Pap Ndiaye, responsable de las escuelas de la República, se olvida de señalar que muchos de esos adolescentes y jóvenes no son insectos o roedores a los que hay que eliminar, sino alumnos de secundaria, muchos de los cuales sufren fracaso escolar como consecuencia de las desigualdades del sistema educativo. Pocas veces hemos visto a un gobierno tan tímido ante un peligro tan evidente.

Si el presidente de la República y el Gobierno tienen miedo, no es, como han creído muchos comentaristas, debido al riesgo de que se extiendan y prolonguen los disturbios urbanos. Tienen miedo de su policía. Como ocurrió frente a los ‘chalecos amarillos’, los manifestantes contra la reforma de las pensiones y los opositores a los proyectos que destruyen la naturaleza, saben que su poder únicamente depende de ella. Frente a estas movilizaciones sobre grandes temas como la desigualdad social y la protección del medio ambiente, la elección de una respuesta autoritaria les obliga a garantizarse la lealtad de la policía. Ya no estamos en un sistema en el que la policía obedece a su gobierno, sino en el que el gobierno se pliega a su policía.

Por supuesto, se podría argumentar que las palabras del comunicado de prensa del sindicato son solo eso: palabras. Sin embargo, esto sería pasar por alto el hecho de que el vocabulario utilizado –neutralizar parásitos– tiene una función performativa. En las horas posteriores a que Nahel recibiera un disparo a quemarropa en el pecho, se buscaron sus antecedentes penales, a veces falsificándolos, para justificar la acción del agente. Y fue un lenguaje similar el que acompañó a los peores planes asesinos del siglo anterior: se hablaba de “derrotar a las cucarachas de una vez por todas”.

En cuanto a las amenazas contra el gobierno, nadie ha olvidado que ya fueron las protestas, aunque de carácter menos insurreccional, las que condujeron a la aprobación de la ley de seguridad pública de 2017, cuyo artículo sobre la negativa a cumplirla es considerado por los investigadores la principal causa de que se hayan quintuplicado los tiroteos mortales contra vehículos desde esa fecha. Es poco probable que la intimidación contra la autoridad no afecte a las prerrogativas de los policías y a su protección judicial en caso de abuso de poder, ya que el motivo de su enfado es la detención preventiva de su compañero investigado por homicidio voluntario. Así que las palabras son importantes. “Cuando decir es hacer”, escribió en una famosa frase el filósofo británico John Langshaw Austin. En este caso, decir es más bien permitir hacer (...)

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