Solía pensarse que los padres aspiraban a educar a sus hijos como buenas personas. Cierto que han sido múltiples los pensadores que nos han alertado de lo contrario, de cómo se asciende sentándose sobre los demás (José Agustín Goytisolo). Y se han escrito hasta tratados. Por el año 1500, y con aspiraciones de máxima altura, Maquiavelo ilustraba sobre cómo ser príncipe, mando de poder al fin, aventando idealizaciones utópicas. Lo curioso es que todavía hay personas que se creen intachables a pesar de meter en la vida de toda una sociedad a auténticos desaprensivos. Son aquellas de las que alertaba Martin Luther King: «Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados, sino el escandaloso silencio de las buenas personas». En el XXI ha empeorado y más que por silencio, por acción u omisión.